jueves, 4 de diciembre de 2014

Disguise

Me gusta ese chaleco amarillo, debe ser la sensación de envolverme en una corteza física de mi talla, de mangas infinitas, de largo acogedor. Me envuelvo con ganas de llorar pero las lágrimas nunca llegan. Se me hinchan los ojos y pareciera que es sueño, pero es agobio, se me pasan las horas que parecieran minutos, pero es el tiempo en que debería estudiar.
Es tan contradictorio el entorno, esa burbuja a la que me ceñí por años sin comprenderla, con la esperanza de que en algún momento hiciera total sentido. Cómo dejar de culparme sin caer en un espiral de justificaciones; cómo no replicar los errores sin negar a la existencia la oportunidad de ser diferente.
Cómo mantener la fe si cuando la he mantenido me hiere. 
Cómo desenvolver la madeja de resentimiento y dolor para evitar que me ciegue el resto del camino; cómo dejar de evitar el camino difícil, aún conociéndolo, con el objetivo de vivir algo remotamente diferente y apabullantemente similar.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Not quite yet

Hago los pasos que nunca ensayé pero algo me dice que siempre los supe, desde un principio. Me corrigen, pero no me importa. Sigo, pero no quiero. Soy parte de un show sin sentido, un baile improvisado con trajes coloridos, en un idioma que ni nosotros entendemos.  Intentamos descifrar lo que dice a medida que la canción avanza, aparecen personajes nuevos de la nada con trajes cada vez más brillantes que deslumbran con la perfección de sus movimientos. El público está inmóvil, pendiente de su propio turno en el espectáculo hasta que de pronto todo se acaba, termina en un punto muerto que tomamos con seriedad. Pasamos frente a la galería ofreciendo las sobras, vendiéndolas a incautos que se han demorado en partir. No creo en el negocio y se nota. Que delicia sería si la mentira no estuvieran tan a la vista. Si no se leyeran las ganas de succionar hasta la última gota de escepticismo, para vanagloriarse cuando la razón se rinde y el cuerpo inerte se desprende de lo que tiene, entrega y pierde.
Es esto un trozo del gran espectáculo de la vida. Un concurso de talentos, una guerra contra la lentitud. Que si tan larga crees que es la vida que no la quieres alcanzar o si tan corta procuras que sea que avanzas rápido dejando todo atrás. Pesa el tiempo que dejas pasar tanto como el tiempo que ya pasó. Pesa el engaño que trae paz tanto como la verdad que causa disturbios. 
La podredumbre que intentaba erradicar aflora sin permiso, como una enredadera presta a cubrir la salida. La prisión interna ya no es sólo interna, es una cárcel de vidrio, una vitrina que el espectador que ose a mirar al lado nunca podrá descifrar del todo. El brillo a veces encandila, la oscuridad es tan uniforme que hace que todo quien la presencie pierda interés. Es un espectáculo que vale la pena, lleno de matices invisibles para quienes siempre tienen la razón, únicamente visibles para quien luego de admitirse grisáceo, descubre la empatía y la bruma de infinitas densidades que cubre todas las estructuras, la misma bruma inverosímil que agobia y se transparenta a ritmos incalculables e imposibles de seguir.

martes, 11 de noviembre de 2014

Slow motion

De pronto estoy tranquila, agradecida de las circunstancias azarosas y orgullosa de no intervenir esta vez para trastocar el curso razonable de mis días. Dejo que se me escape el deseo con un toque de esperanza infundada que cuelga de un lazo tan cercano como presto a desaparecer con el tiempo. 
De pronto el pensamiento se vuelve persistente. Y lo que al principio derramaba esperanza ahora luce enfermizo, porque quisiera hacer algo, pero ya he actuado antes. Ya he alterado lo que podría ser normal y saludable y lo he convertido en destrozos que por más que intente ignorar no puedo.
Por una vez me detengo y es mi misma voz la que reclama porque no soporto estar de brazos cruzados. Que nunca me arrepienta de las cosas que no hice, digo, pero tampoco es que no me arrepienta de las cosas que si hice. Quisiera saber cuán equivocada estoy esta vez, porque soñar para extender un tiempo inexistente es lo que menos necesito, tal vez, pero es lo que me ha mantenido cuando todo lo demás amenaza con desaparecer.
Hay tanto que ya ha salido mal en el pasado que la idea de arriesgarme una vez más me invalida y sienta un precedente, uno de los peores precedentes de mi propia historia. Y no es tan sólo el hecho de arriesgarme, lo que en realidad me abruma es recordar todas las consecuencias nefastas con las que sigo cargando, presa de rencor o en la barca del olvido, sin distinguir cuál de las dos es la peor forma de avanzar. 

jueves, 6 de noviembre de 2014

Good morning, Columbus

¿Listo? ¿Quedó tranquila?
Cuánto odio ser yo en este instante y tener que plantarme frente a personas que saben que me juego más que una conversación casual, dejando que me juzguen, que discutan a mi espalda sobre mi "rendimiento" y donde tengo que mirar a la cara mientras me ofenden con prejuicios o me hieren con verdades que no he logrado asumir.
Quizás no fue para tanto, ¿todo tan grave? me dice, y no, no es tan grave, si lo pasé horrible y si me cansé y no quiero más y ya me da igual qué consecuencia quiere hacerme pagar y me duele no poder seguir cumpliendo, pero no puedo y no lo haré.
Me dice que es mi falta, y si lo es. Me dice que también es su falta y sé que la mía es la que más pesa, y si yo le bajé el perfil a mi trabajo, allá definitivamente no cuenta y después me pregunta por qué lloro. Ya no lloro, pero no le digo, y no sé como fue que se me humedecieron los ojos y tuve que por un instante agachar la cabeza mientras revolvía la cartera buscando pañuelos. Me pregunta si lo estoy pasando mal y no le digo nada porque no sé que decir pero en realidad me estoy maldiciendo por dentro porque lo único que llevé fue la coraza del cansancio y el desinterés en las consecuencias y de pronto la coraza seguía ahí pero la herida que ocultaba escocía, y me sentí débil y estúpida y me fallé en la única cosa que me prometí. 
Me tragué parte de las ganas de llorar, porque quería llorar pero no ahí, quizás en el metro, pero en el metro hundí la nariz en libro, así que tal vez cuando llegara a mi casa, encerrada en mi pieza, pero mi pieza estaba tan agradable que dejé que me envolviera el sueño. 
He vivido lutos amargos, silenciosos y de duración exagerada, y es a lo que he renunciado porque hastía y ya tuve más que suficiente. 
Quiero paz pero estoy cansada, muy cansada, porque soy la pendeja de veintitrés más vieja de la comarca.
Sé que no puedo huir eternamente de mi misma, pero me agobia y vuelve esa sensación de que me sé los finales donde la única solución es que yo sea siempre la que termine cediendo. Sé que en algún momento de mi vida todo esto ya no me va a importar, pero eso no es consuelo y pensándolo bien es probable que si me importe cuando necesite excusas para odiarme y las encuentre fácilmente al liberar de culpa a todo el resto de los involucrados excepto a mí.
Anhelo un equilibrio que no vive en mí, no sé donde encontrarlo, tal vez no existe pero necesito que exista.
¿Está conforme? y le respondo que sí para que se acabe la conversación. En realidad estoy indiferente. Fue una conversación más o menos como lo que esperaba que fuera, sólo que en algún momento abordamos el punto crítico de mis defectos, ese punto que aún escuece, donde sobrestimo el límite de mi paciencia pretendiendo olvidar y dejar pasar más cosas de las que logro soportar, hasta que el amor propio aparece tras tocar fondo y se impone a la paz que pretendo mantener y exploto con rabia hacia mi misma por dejar que me pasen a llevar con mi propio consentimiento.
Hoy me dolió más de la cuenta tal vez cuando recordé la dureza de las palabras que no dijeron nada muy distinto a lo que escuché hoy. No me había dado el tiempo de analizar qué fue lo que me rompió ni por qué y hoy sin proponermelo logré entender que tal vez no fue la dureza, sino la intención de enjuiciarme, me dolió descubrir de pronto que estaba siendo sometida a una evaluación sin saber que había agotado toda oportunidad de error, sin espacio para apelar, y permitir que se me asignara toda la responsabilidad del desenlace aunque ni siquiera tan en el fondo sabía que no tenía sentido creer algo así.
El resto fue pecar de ingenua, confiada, estúpida, como sea, pero no es algo de lo que quiera aprender. No es algo de lo que tenga sentido arrepentirse, ni algo por lo que tenga que sufrir.

jueves, 23 de octubre de 2014

Absolutely

Igual me da miedo enloquecer. Despertar y descubrir que no puedo pensar en nada más, pero no, aún no.
Sé que de otro modo estaría en este instante envuelta en ese sabor amargo que dejan las despedidas forzadas por el sentido común, la distancia, la diferencia, o la excesiva similitud (I don't think so btw). Repito mentalmente y esta vez no me odio. Me agrada recordar que el azar decidió jugar a mi favor, que la vulnerabilidad no me impidió reír y que el pie que me sujeta a la tierra se mantuvo firme sin inundar de pesimismo el resto de mí. Me reconforta reconocer la sensación mutua, la cercanía inexplicable, el agradecimiento sincero, la puerta entreabierta que no es necesario forzar. De cierto modo estoy agradecida, y si no es del todo es porque me ilusiona la idea y no sé cómo restaurar la confianza en mi propia decisión.

sábado, 4 de octubre de 2014

why do I

Le sonrío. No, les sonrío, aunque a veces no lo logro y sale una mueca horrorosa. Al menos tengo fuerza, eso es lo que me repito, aunque en mi interior siempre he sabido que lo mío no es la fuerza.
Tal vez es mi culpa, no es que quiera andar comparándome, pero si soy genuinamente feliz por las personas cercanas que han logrado tanto estando en esta vida la misma cantidad de años que yo. Intento ser feliz por mí, pero me cuesta litros de agua salada, porque es difícil, de verdad que lo es.
Y porque nadie lo dice, al menos no en mi cara, pero ahí quedó la excelente alumna responsable. Siete años para sacar una puta carrera, trabajando gratis para hospitales y clínicas y por pagas ratonas en trabajos que nunca logré tomar muy en serio.
La universidad no lo es todo, pero me pesa más que los pies cuando intento levantarme en la mañana.
No tiene idea lo que quiere, le digo, ¿y tú qué quieres? y no sé que decir. Me desvío porque soy la reina de las causas perdidas, pero ya no quiero, nunca más.
No creo que esta vez sean cosas imposibles, pero están a una distancia tan abrumadora que a veces las pierdo de vista. Me agarro del presente pero cojea, miro hacia atrás y veo tanto odio a mi misma que me inmoviliza. A veces ahuyento el pasado, y el odio y el dolor se pierden también junto con las cosas bellas que me negué a apreciar en su momento. 
Por otro lado escogí una señal tangible. Suena demasiado etéreo pero me tranquiliza al menos. Intento reconciliarme y dejar de ver al universo como antagonista, convertirlo en cómplice mientras me refugio en mí.
No creo que esto sea miedo. Tal vez sí cansancio, ese que sienten las personas que han vivido mucho tiempo, sólo que no he vivido y no siento siquiera que esté viva. 
La joven de 23 años más vieja de la historia.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Scream today

Tenerle miedo al cambio no creo que se refiera al calentamiento global. Es al cambio, al descubrirse personalidad adictiva, descubrirse pedante de pronto, indolente y monstruo cuando el autoconcepto muere por alejarse de la calamidad.
Cambia quien elige lo que siente. Quien elige no sufrir, no llorar, no gritar. Si quiero atraer belleza, es ese el foco. No quiero atraer tristeza pero si es lo que siento qué hacer. Sé que es bueno desahogarse, al menos ayuda a ordenar la verdad propia, a costa de devastar el ánimo por tiempo indefinido. Tiempo necesariamente perdido, que lo libero por el sólo hecho de ser real.
 Tal vez si supiera menos, disfrutaría la alegría sin culpa ni temor al extremo, aunque tal vez si supiera menos no seguiría acá.

martes, 29 de julio de 2014

Driving driving driving to our graves graves graves.

Los párpados me pesan, en el metro me siento mal.
Llevo años sintiéndome mal en el metro, me adormece y desgana. El ex me reclamaba porque no aprovechaba el camino juntos, pero yo en realidad me sentía mal. bollocks
Quizás son los cambios, las ilusiones no concretadas, las expectativas jamás cumplidas y la culpa de no haber sido lo suficientemente positiva aún siéndolo en contra de lo que creo. No sé. Me abruma, todo me abruma.
Si, son los cambios los que me sientan mal. Incluso los posibles, los que nadie sabe aún si se perpetuarán.
Avanzo porque no queda otra, o eso es lo que me sigo repitiendo, lo que le contesto a mi mamá cuando me pregunta si saldremos de ésta. Obvio que si, como si tuviera otra opción, detenerse nunca lo ha sido. 
Les pregunto si es una mala racha o si es sólo la vida. La vida me dicen, pero preferiría que no fuera así. Si es la vida entonces sé que se me hará eterna, obedece, responde, cumple, sigue.
Ojalá escuchara que todo va a pasar.

sábado, 12 de julio de 2014

Faking peace

Tanto que suspira, me dice, y me río porque no tengo otra opción. 
Culpar a la dosis baja es mi último recurso, el que casi ni me atrevía a mencionar, pero necesito ayuda, ayuda de verdad.
Me siento extremadamente estúpida por seguir esperando un gesto último de compensación al daño. Daño irreversible para mí, porque otra vez saturé los oídos y otra vez opté por el encierro -como si tuviera otra opción.
Sé que no estoy sola, lo que no sé es por qué me siento tan jodidamente hundida y perdida ni por qué acepto con tanta flexibilidad que mis personas sigan fallándome, que sigan desplazándome en sus listas de prioridades y que se acuerden de mí cuando necesitan algo.
A veces me pienso como acostumbrada al sistema, el que sea . Dejo que me hablen de más, que me humillen un rato, que me juzguen sin tener ni puta idea y que tomen las decisiones por mí. 
Quiero llorar pero no quiero. Mi mamá me mira con enojo y me exige que rinda cuenta de los ojos hinchados por la mañana, como si las lágrimas fueran consecuencia de algo distinto a la desesperación de no saber... porque no sé que hacer, no tengo ni puta idea cómo sentirme mejor en este instante. Me enseñaron a respirar pero se me olvidó así que hora suspiro y me expulso de los pensamientos que en esta ocasión no tienen nada de imaginarios. Son tan reales como mi podredumbre pero pareciera que ni aún así tengo derecho a vivirlos. O tal vez si derecho, pero no el valor.
Me pregunta si a veces me siento sola y le digo que si. Es difícil pero aprendí a calmarme, onda, respiro profundo y funciona. Que él no podría, igual lo entiendo porque lleva más de tres años pololeando, pero si estuviese soltero sé que podría, no tendría otra opción. Que si tengo con quién ir a patear las piedras, pero le cambio el tema porque la respuesta es no y no quiero pensar en eso. Tengo harta gente preferida, a la que le aguanto los desaires involuntarios, pero se ven todos tan bonitos desde acá que me da lata ir a perturbarles sus vidas con mi sombra... igual lo hago, con un cargo de conciencia horrible  y distanciado lo más posible, recurriendo a cambios de tema drásticos para dejar en el olvido el mal rato que invariablemente significo.
Necesito desesperadamente una victoria, pero sé que sentir eso no ayuda en nada, así que prefiero seguir caminando y aprovechar mi lentitud para estudiar con calma, sin meditar tanto el rumbo y tratando de disfrutar el aprendizaje forzado.

>>Prefiero mil veces las preguntas que venían de ese cariño sepultado por los años antes que analizar las palabras tipo monólogo sordo provenientes del presente suicida, que terminó de acribillar mi paz.

viernes, 6 de junio de 2014

Trial.

No me veo de aquí a mañana, ni ningún mañana en cualquier medida de tiempo imaginable. No soy y no sueño y así mismo es como no vivo, ni tampoco anhelo, aunque sí, pero eso es mío y sé que no depende de mí. 
Nada depende de mi. 
La fe en el estudio la perdí hace un año. El esfuerzo, la capacidad y la suerte. 
La suerte, esa que no creía plausible, la que me negaba que tuviera alguna influencia... hasta que vino quién me enseñó a creerla. No lo culpo, ni lo venero. Tal vez disminuyó el grosor del velo que ciega, pero el resto fue mi trabajo. 
Hoy necesito suerte. 

jueves, 1 de mayo de 2014

Quand le temps va et vient

Interpretar los signos, reales o imaginarios, en orden de encontrar la propia misión o el propio lugar es una búsqueda igual de ambigua que la que impulsa cualquier salto de fe; comparable a convicción real y a la confianza ciega.
La convicción siempre me ha creado curiosidad. En ocasiones me descubro mirando con exuberante ternura a quien lleva la esperanza plasmada en el semblante. Me distraigo imaginando el arduo trabajo que probablemente implicó conseguirlo. Nadie está exento de malas experiencias, de derrumbantes experiencias que lograrían que el más optimista quedara de pronto en el suelo deseando ser uno con la desolación. Pero no lo hace.
Es quizás eso mismo lo que me ha llevado históricamente a despreciar mis propias experiencias. Soy mi propio radar de futilidades, mi jueza más rigurosa, siempre distinguiendo qué podría haber sido peor y qué debí haber hecho mejor. Evoco recuerdos que no sé si existieron con el fin de rememorar qué se siente ser resplandeciente. Acaso me sentí plena por más de un instante, acaso vi un futuro distinto a los resquebrajados en que ahora camino.
Admirar tan profundamente lo que proyecta el resto de las personas me ha enriquecido pero a la vez me convierte en un fantasma; un ser invisible, triste y terrenal, sin pasado, que vibra con las emociones ajenas pero que es incapaz de valorar las propias; un ser que consciente de su desidia, no anhela ninguno de los futuros que logra vislumbrar para un historial atiborrado de negligencia y desesperanza. 
A veces me acerco a personas que irradian todo lo bueno de lo que me privo, sabiendo que no valgo sus palabras, sus miradas, ni su esfuerzo por arrastrarme fuera de mi. A veces las recibo con la sola intención de sentir el calor, empaparme de él y usar la esperanza para imaginar futuros de los seres que sí lo valen, para los que sí luchan, para los que sí creen, poniendo a prueba secretamente mi capacidad de convicción. Tal vez algún día creeré en algo tan bello que desearé con todas mis fuerzas replicarlo. Tal vez imaginaré el final de un camino similar al mío, que luzca reparable y esclarecedor y me provoque el deseo ferviente de abrazarlo y apropiarlo. 
Pero no lo hago.
Hoy aún me defino como un cúmulo de desesperanza e inercia del que no he descubierto como salir. Del que no he querido salir. Mis posesiones continúan siendo igual de valiosas, pero nada es tan potente como para dejar de arrastrar los pies. 
Busco en mí misma con lentitud, sin destreza y llena de incertidumbre.
Busco con el terror que implica reconocer lo mucho que me desprecio y lo fácil que me es maltratarme. Busco mi motor a tientas, intentando no huir al dejarme saber lo mucho que me necesito, con el fin de no sabotearme y no volver a fallarme. Busco sin instinto, sin ayuda, sin tener idea qué es lo que realmente requiero para infundirme el deseo de buscar definitivamente la forma de salir de este estado cíclico y así luego probablemente adentrarme en uno más esperanzador, más propio y radiante. 

viernes, 25 de abril de 2014

Readme

No logro encontrar algo suficientemente estructurado con que pueda comparar mi mentalidad cuando era chica. Las normas las tenía por sobre todo. 
El temor a no decepcionar me confundía, aunque en esas épocas nunca me robó energía. 
En todas partes había reglas, en el colegio, en la iglesia, en scout, en el coro, en la casa... dudo que se haya podido decir de mi alguna vez que no sabía comportarme. En la casa era el único lugar donde los límites nunca fueron establecidos con claridad más que cuando con inocencia los rompía y mis papás me retaban por algo que no tenía forma de saber que estaba mal. 
En mi casa se lee, vemos series y películas pero somos malos para la tele. Cuando me miran raro amplío diciendo que mi mamá es profe de lenguaje, pero esa es una historia donde yo no veo la relación, pero a las personas las suele dejar conforme. Mi papá era el que nos leía cuentos antes de dormir. A veces nos ponemos un horario -que siempre se atrasa- y nos juntamos los cuatro a ver una serie que elegimos entre todos. Los domingos madrugamos sin reclamar si es para ir al cine que abra más temprano. Difícil que prendamos la tele si no es para conectar el computador o prender el bluray.
Cuando chica no leía tanto. A veces me contentaba con los libros que nos daban en el colegio y en vacaciones leía porque todos lo hacían en la casa, teníamos una sola tele y no había internet. Fue después, supongo, cercano a los tiempos de JK Rowling y Dan Brown, pero nunca me consideré abiertamente como buena lectoraLlamarse a si mismo un buen lector lo encuentro tan superfluo como declararse melómano. Nunca supe si el término era apropiable sólo para los que leen mucho según alguna medida universalmente desconocida o quien lee lo que hay que leer o quien ha leído muchos clásicos o quien se enamora -de forma genuina o no- de los clásicos o cualquier otro libro que no sea best seller y que además desprecia los best sellers por su número de venta. 
A veces ni siquiera mencionaba la lectura como pasatiempo por miedo a que me preguntaran qué leo y a escuchar sermones de por qué no debería leer eso. Es probable que más de alguien hubiese terminado convenciéndome para que me dejara de gustar alguno de mis libros favoritos; consecuencia del placer de cuestionar frente a un carácter tan débil como el mío.
En cuanto a cómo leer, antes ni siquiera se me pasaba por la cabeza dejar un libro a medias, saltarme páginas o no usar marcapáginas. Como si encontrarme con un libro que no me atrapara fuera pecado. Como si olvidar en qué parte iba o leer dos veces un párrafo equivaliera a salirse de la regla. Como si leer un libro de principio a fin fuera la única forma de leer. Como si algún día me fuese a enfrentar a alguien con poder para recriminarme la forma en que disfruto de la lectura. 
En el colegio nos enseñan la lectura como un suplicio. Lea estos libros en estos plazos, entiéndalo en lo posible igual que el profesor, analice a tal personaje, elucubre acerca de la intención del autor. 
Leer en verano era la rebelión a todo eso. Entendía como me diera la gana, me demoraba días, semanas o meses, odiaba a personajes sin motivo, me enamoraba de otros por cómo me los imaginaba y extraía sin regla la esencia.
Mi mamá era la recomendadora oficial, nos traía libros de la biblioteca de su colegio o a veces del bibliometro. Un día llegó con un libro para mi hermano en inglés. La versión en español aún no llegaba, pero igual me costó un buen tiempo animarme a leerlo. Aún me enorgullece haber tomado esa decisión a pesar de mi histórica inseguridad y falta de confianza. 
Mi colección de libros sigue siendo la más chica de la casa; mi mamá lee tantos libros simultáneos que ya me pierdo en sus recomendaciones y con mi hermano, el segundo a bordo en el barco de las recomendaciones, no siempre convergemos en cuanto a temática. 
Leer da tanta libertad como la que uno elige, aunque me costó varios años entenderlo así. 
Nunca he sido muy buena criticando gustos ajenos ni recomendando libros. Antes era por respeto, inseguridad o porque me intimidaba la opinión del resto. Ahora ya sin tanto miedo a las críticas, entiendo que hay demasiadas maneras de interpretar un mismo fragmento y nadie puede asegurar que todos sentirán el mismo deleite tras leer las mismas palabras al ser imposible anticipar el impacto de algo así. 
Me gusta la gente que lee, en parte por capricho y en parte porque la lectura siempre algo deja. Alguna palabra nueva, algún ejemplo o alguna idea errada que insta a no replicarla. Algo uno aprende y algo uno apropia también.
Larga vida a las historias que abstraen, que cautivan, entristecen, enamoran y que sobre todo perduran alcanzando a tantas personas distintas <3

viernes, 18 de abril de 2014

Loose

No entiendo muy bien por qué, pero me siento vacía.
Usualmente estoy esperando algo más estable que me salve y me haga desear con todas mis fuerzas pasar el tiempo de la mejor forma en pos de ese objetivo. Y es ese el objetivo el que no logro ubicar. 
Hago el trabajo mental de no recordar las veces en que "pensar positivo" y "hacer todo lo posible" no sirvieron más que para dudar de mi. Sé que no es la idea, que por algo pasan las cosas y clichés varios, pero eso no quita que me sienta desamparada frente al futuro a causa de la porción infructífera de mi presente que de a poco se torna cada vez más abundante. Me impuse horarios que cumplo sin convicción. Acumulo con devoción materiales que hoy no me animo a usar. Me proporciono conocimientos que cuando tengo tiempo para aplicarlos, los desestimo porque recuerdo que no deberían ser mi prioridad. Estudio sabiendo que debería ser mi prioridad, pero sabiendo que no es mi fuerte y que no sería la primera vez si fallara a pesar de la dedicación.
Me cuesta confiar en las personas pero lo hago parcialmente y a veces me enorgullezco de la indiferencia con la que asumo las fallas, en compensación a todos los años que gasté tratando de sanarme de las mismas. 
Cumplo con las metas y no me cuesta enumerarlas porque responden más a una necesidad, a un camino que tracé hace años y que sigo por fidelidad a mi pensamiento de esa época más que a un actual deseo ferviente. No logro verme de aquí a un año, ni a dos ni tres. No logro verme más que en ocho semanas más, estudiando con desesperación o bien descansando por una vez con real satisfacción. 

domingo, 9 de febrero de 2014

O soy yo todo lo que busco.

Being there was a whole new experience.
I didn't know what to expect and that made me really anxious because I though my teacher would expose me or something like that and the only thing I didn't want to experiment -by choose- was to feel even more humiliated about how I know nothing and how I shouldn't be there or how useless I am.
Truth is it was nothing like that. Got to study a lot during mornings so I felt more confident when the patient arrived but I think I was like ok. At least it wasn't like GOD I'm the dumbest, take me with you.
I enjoy being invisible and I was happy to see that wasn't a problem there. The people working there was very nice too. They allowed me to use their stuff, forced me to heat my food in their fancy dishes instead of my bowl ("don't microwave it there, the plastic gives you cancer! and it also spoils the bowl..") and didn't make me tell them my whole life. I mean they asked things of course, people use to feel uncomfortable in silence but I felt like they allowed me to be as silent as I wanted to and it was a relief.
I told people see yeah i'm in an Oncology.. ONCOLOGY? yes, and it wasn't as scary as it sounds. I think I was lucky because the patients there were really sweet and almost all of them knew there are always students at the institute so they treated me really good. 
That illness is hard that's right but at the same time I only met fighters there and that encourages anyone. I think I really loved almost everything there.
I loved their stories, all of them. I loved to see how their relatives took care of them and encouraged them and made them feel loved.
I loved to see them smile, to give me advices, to wish me luck. 
I really loved them being there. 
It was only a month so I know it is not always like that. I got to feel happy to see them arrive in a good mood and making jokes and stuff but also I got to feel confused when I overheard a phone conversation and something made me think one of those patients got pretty bad. My teacher didn't tell me, but she got shocked and i am a very experimented movie-creator so I if  I am right I just can hope for.. I don't know, peace I think. Peace and love and I hope they don't regret about unspoken last words.
Death is never on time and when it's late is really fucked up to see the person suffering without knowing how much time will they have to live that way and why do they have to live that way.
I think that the first thing that hit me there was that I never see just the patient because there were always families around. That was really really inspiring but well... it's me so I couldn't avoid thinking about how it must be like when a lonely person gets sick and how many of them manage to get the strength/money/motivation to fight for themselves.
Being there studying the clinical history of the patients and making interviews every day.. I didn't really allow me to think too much about my relationship with cancer. Maybe because there's no such thing. It is just a fact. A fucked up one. 
I guess I should've seen my grandma, my uncle, my mom and dad in every one of them but I didn't. I didn't want to use my mind to feel sorry for me. I was too young to understand or even to be there for them when they all got sick but I know that's something I can't change and I know that is very useless to keep blaming me for that. 
I think it was a very powerful experience. I enjoyed it a lot and learned a lot. 
I love growing up so I am very very happy :) and maybe a little worry about the report because it's too long and my teacher is a little.. I don't know, we are alike so I'd better keep my mouth close.  
~
Hi there so... I am acting like when I was at school. Like trying not to say what I really want to do with my future just in case something went wrong and I ended up choosing something different. I never really though about being forced to do something different, it was more like protecting myself about people noticing me changing my mind and it was really stupid like why would I even bother to do something like that but.. well it's funny to remember now.
I've always known I love being around people even though I am veeeery shy and insecure and ugly and -ok no :P but... truth is although I would love to work in clinica I know that path is hard and that my teachers could totally discriminate if they want to -and make it even harder- and I am really scared though. I got dissapointed when I noticed that my effort wasn't enough, that I would need to work harder while I also try to convince myself that I can, being the second the most difficult task for me. I am glad I have time now to work on that and to soften the path or to find another one if I feel like.
~
I wish I had better plans so far though sleeping all day long and wasting my time still sound good to me.
That's the funny part of working without any material reward -though the chance of keep paying the bus just with $200 all february must count- I feel lazy although I worked this month. I'm done with jobs that I don't really like but well, I appreciate their existance. And to be honest it's not like I want to worry about it right now.

sábado, 18 de enero de 2014

A diez años luz del mañana.

Amo sentirme libre tal vez con la misma intensidad con que mi subconsciente se empeña en crear límites y convenciones morales inaplicables en la vida real. O en mi vida real.
Siempre he temido convertirme en desalmada, indolente y a descubrir en mí una personalidad adictiva. Intento no sentirme miserable y esta vez no lo hago, pero no sé qué tan bien está el que ahora me resulte. No sé que tan apropiado sea aceptarme así. Volver a levantarme como si fuera a prueba de balas luce demasiado parecido a la indiferencia que otorga la ceguera y exceso de confianza. Nunca había estado de este lado. De mi lado. Y no sé que tan peligroso puede ser.
No tengo ganas de torturarme esta vez. Tampoco tengo ganas de humillarme, aunque me resulta demasiado fácil idear métodos para hacerlo. Muero por volver a sentir algo que me convenza, pero sigo sin saber cómo. Sigo sin permitirme sentir en realidad. Extirpé gran parte de lo que me movía y temo que sea el remanente lo que me mantiene de pie, sumado a mi propia complicidad. Esa complicidad que me hace expresar que no sé qué es lo que estoy buscando para mi, siendo que lo encuentro cada noche mientras intento dormir. 
Odio ser patética. Odio sentirme así. Ya no odio ser transparente al menos. Ni odio ser risueña ni ultrasensible. De cierto modo intento aprender a valorar mi esencia. Lo cual se me hace difícil porque me genera un quiebre cada vez que lo razono; el saber que es mi propia esencia la que me vuelve repulsiva para quien más he amado.
* * *

sábado, 11 de enero de 2014

Guess who needs to scream again.

Me felicito por privarme del tiempo para caer en estado post exámenes. En realidad tendré cinco horas para que me de la jaqueca del rigor, dormir, comer, recuperarme y salir con la cara llena de risa a hacer la práctica que en verdad me muero de ganas de hacer. Y que por otro lado me aterra, porque sé que la profe me va a exprimir, y esa perspectiva se me hace ilógica considerando que no sé nada. Además que oh, día especial, reduciendo dosis del salvavidas, por segunda vez. Oh no. 
Lamentablemente no tengo permitido volver a la época del eterno pijama, aunque este año ya es total candidato, al menos unos días.
Me siento un poco abatida. Muy abatida en realidad e incapaz de definir el verdadero motivo. Difícilmente por la u, aunque para mi es una frustración casi constante. Aunque no, es muy demasiado constante. Claramente es mi culpa el haber esperado algo distinto de una universidad sin fondos, donde lo importante es que pague el arancel -ojalá completo, aunque tenga dos ramos-  y que ay, buena niña, ahora sírvase de nuestra desorganización y mala voluntad.
En realidad queda relativamente poco como para seguir quejándome, pero sí, en parte si me hace sentir abatida. Muy abatida. Es mucha la presión, muchas las cosas sin sentido que hay que aguantar y demasiado que hay que cumplir solo por cumplir. Es muy poca la empatía y el apoyo circulante. Se me ha pasado casi volando, y aún no sé que podría ser lo más memorable de haberse sacado la mugre así en un lugar donde pagar la matrícula es el menor logro/requisito para ser considerado.
Y en cuanto a la carrera, nunca me permití tampoco pararme a pensar si estoy haciendo lo que "siempre quise" o algo así. En cualquier caso, ahora no es cuando.
Nuevamente me está costando ver hacia adelante, tengo demasiado presente los obstáculos y sí creo en ese cliché de que yo misma debo de ser el mayor de todos.
Debería sentirme agradecida, de descubrir poco a poco lo descabellado que es lo que -probablemente- estoy buscando realmente. En lugar de eso, me hundo en la misma medida que abro los ojos a la verdad que me negaba a ver.

miércoles, 8 de enero de 2014

[And I will be set free]

Quizás esta mal que huya otra vez. 
En general me es difícil, excepto cuando tengo algún punto seguro. Algo estático de lo cual afirmarme. 
ODIO tomar decisiones porque se me hace enfermizo el análisis. Me faltan tantas variables por considerar, y son tantas las que intento abarcar que sé que si tomara mi tiempo jamás terminaría.
Sé que es lo lógico pensar que al tomar una decisión está la posibilidad de estar cometiendo un error, pero en este caso no hay forma de que logre considerarlo así. De pronto me ví joven. Joven y acompañada, pero incapaz de proyectarme. Al menos no de la forma en que me proyectaría con alguien a quien deseo conservar por más años. 
A mi me suena bastante cuerdo. Continuar así habría sido poco honesto. Dejarlo "reconquistarme" habría sido un abuso. "Decirle antes" habría sido ideal. Lamento demasiado haberme dejado tan de lado este tiempo. Si hubiese recordado cómo indagar mis propios sentimientos, me habría dado cuenta antes. Pero no fue así, porque estaba demasiado cómoda. Tenía alguien que me aguantaba, con quien salir a todas partes, con quien conversar de todo. Sabía qué hacer para estar tranquila y qué no hacer para continuar así. Sabía qué omitir para prevenir las peleas. Qué cosas abandonar para que no me criticara.
Sabía que tenía que ser paciente, aunque esa paciencia terminó conduciendo a este cansancio. 
En realidad huyo porque no sé que decir. 
No tengo ganas de ser hiriente ni de repetir por tercera vez qué es lo que me pasa si sé que seguiré sin ser escuchada de verdad. Entiendo que quiera herirme, y también lamento que no lo logre, porque tal vez eso le haría sentir mejor.
Entiendo tantas cosas ahora y están pasando tantas otras que pareciera que mi vida dio un vuelco terrible con el fin de descomponerme, pero a pesar de todo aún no colapso. Aún no me quiebro, no, no hago nada de lo que la estúpida y normal yo estaría haciendo en este segundo. 
Hoy mi pilar son pilares, porque de pronto no pude dejar de ver lo grande que es mi familia y lo cerca que están.
Y de pronto ese amor, de personas que me conocen y confían en mí, que me regalan sonrisas y abrazos y espacio, para mi fue más que suficiente. Nunca me han faltado quienes vean el brillante futuro que me espera, aún cuando yo lo pierdo de vista. Aún cuando todo parece de cabeza.
ODIO ser la mala del cuento. Jamás podría acostumbrarme, a pesar de lo que piense él a raíz de su orgullo herido. Odio también entender por lo que está pasando. Ese es el único proceso cruel al que me he auto-sometido. Pensar que yo fui él y comprender, años después.
~
Odio tanto tomar decisiones, que tal vez si es mi propia obstinación la que me provoca la ceguera que me impide ver el error potencial implícito al momento de decidir. Y digo tal vez, porque a pesar de lo difícil, de lo cuestionable y de lo doloroso que es, aún se siente bien la libertad de elegir cómo equivocarse.