sábado, 18 de enero de 2014

A diez años luz del mañana.

Amo sentirme libre tal vez con la misma intensidad con que mi subconsciente se empeña en crear límites y convenciones morales inaplicables en la vida real. O en mi vida real.
Siempre he temido convertirme en desalmada, indolente y a descubrir en mí una personalidad adictiva. Intento no sentirme miserable y esta vez no lo hago, pero no sé qué tan bien está el que ahora me resulte. No sé que tan apropiado sea aceptarme así. Volver a levantarme como si fuera a prueba de balas luce demasiado parecido a la indiferencia que otorga la ceguera y exceso de confianza. Nunca había estado de este lado. De mi lado. Y no sé que tan peligroso puede ser.
No tengo ganas de torturarme esta vez. Tampoco tengo ganas de humillarme, aunque me resulta demasiado fácil idear métodos para hacerlo. Muero por volver a sentir algo que me convenza, pero sigo sin saber cómo. Sigo sin permitirme sentir en realidad. Extirpé gran parte de lo que me movía y temo que sea el remanente lo que me mantiene de pie, sumado a mi propia complicidad. Esa complicidad que me hace expresar que no sé qué es lo que estoy buscando para mi, siendo que lo encuentro cada noche mientras intento dormir. 
Odio ser patética. Odio sentirme así. Ya no odio ser transparente al menos. Ni odio ser risueña ni ultrasensible. De cierto modo intento aprender a valorar mi esencia. Lo cual se me hace difícil porque me genera un quiebre cada vez que lo razono; el saber que es mi propia esencia la que me vuelve repulsiva para quien más he amado.
* * *

sábado, 11 de enero de 2014

Guess who needs to scream again.

Me felicito por privarme del tiempo para caer en estado post exámenes. En realidad tendré cinco horas para que me de la jaqueca del rigor, dormir, comer, recuperarme y salir con la cara llena de risa a hacer la práctica que en verdad me muero de ganas de hacer. Y que por otro lado me aterra, porque sé que la profe me va a exprimir, y esa perspectiva se me hace ilógica considerando que no sé nada. Además que oh, día especial, reduciendo dosis del salvavidas, por segunda vez. Oh no. 
Lamentablemente no tengo permitido volver a la época del eterno pijama, aunque este año ya es total candidato, al menos unos días.
Me siento un poco abatida. Muy abatida en realidad e incapaz de definir el verdadero motivo. Difícilmente por la u, aunque para mi es una frustración casi constante. Aunque no, es muy demasiado constante. Claramente es mi culpa el haber esperado algo distinto de una universidad sin fondos, donde lo importante es que pague el arancel -ojalá completo, aunque tenga dos ramos-  y que ay, buena niña, ahora sírvase de nuestra desorganización y mala voluntad.
En realidad queda relativamente poco como para seguir quejándome, pero sí, en parte si me hace sentir abatida. Muy abatida. Es mucha la presión, muchas las cosas sin sentido que hay que aguantar y demasiado que hay que cumplir solo por cumplir. Es muy poca la empatía y el apoyo circulante. Se me ha pasado casi volando, y aún no sé que podría ser lo más memorable de haberse sacado la mugre así en un lugar donde pagar la matrícula es el menor logro/requisito para ser considerado.
Y en cuanto a la carrera, nunca me permití tampoco pararme a pensar si estoy haciendo lo que "siempre quise" o algo así. En cualquier caso, ahora no es cuando.
Nuevamente me está costando ver hacia adelante, tengo demasiado presente los obstáculos y sí creo en ese cliché de que yo misma debo de ser el mayor de todos.
Debería sentirme agradecida, de descubrir poco a poco lo descabellado que es lo que -probablemente- estoy buscando realmente. En lugar de eso, me hundo en la misma medida que abro los ojos a la verdad que me negaba a ver.

miércoles, 8 de enero de 2014

[And I will be set free]

Quizás esta mal que huya otra vez. 
En general me es difícil, excepto cuando tengo algún punto seguro. Algo estático de lo cual afirmarme. 
ODIO tomar decisiones porque se me hace enfermizo el análisis. Me faltan tantas variables por considerar, y son tantas las que intento abarcar que sé que si tomara mi tiempo jamás terminaría.
Sé que es lo lógico pensar que al tomar una decisión está la posibilidad de estar cometiendo un error, pero en este caso no hay forma de que logre considerarlo así. De pronto me ví joven. Joven y acompañada, pero incapaz de proyectarme. Al menos no de la forma en que me proyectaría con alguien a quien deseo conservar por más años. 
A mi me suena bastante cuerdo. Continuar así habría sido poco honesto. Dejarlo "reconquistarme" habría sido un abuso. "Decirle antes" habría sido ideal. Lamento demasiado haberme dejado tan de lado este tiempo. Si hubiese recordado cómo indagar mis propios sentimientos, me habría dado cuenta antes. Pero no fue así, porque estaba demasiado cómoda. Tenía alguien que me aguantaba, con quien salir a todas partes, con quien conversar de todo. Sabía qué hacer para estar tranquila y qué no hacer para continuar así. Sabía qué omitir para prevenir las peleas. Qué cosas abandonar para que no me criticara.
Sabía que tenía que ser paciente, aunque esa paciencia terminó conduciendo a este cansancio. 
En realidad huyo porque no sé que decir. 
No tengo ganas de ser hiriente ni de repetir por tercera vez qué es lo que me pasa si sé que seguiré sin ser escuchada de verdad. Entiendo que quiera herirme, y también lamento que no lo logre, porque tal vez eso le haría sentir mejor.
Entiendo tantas cosas ahora y están pasando tantas otras que pareciera que mi vida dio un vuelco terrible con el fin de descomponerme, pero a pesar de todo aún no colapso. Aún no me quiebro, no, no hago nada de lo que la estúpida y normal yo estaría haciendo en este segundo. 
Hoy mi pilar son pilares, porque de pronto no pude dejar de ver lo grande que es mi familia y lo cerca que están.
Y de pronto ese amor, de personas que me conocen y confían en mí, que me regalan sonrisas y abrazos y espacio, para mi fue más que suficiente. Nunca me han faltado quienes vean el brillante futuro que me espera, aún cuando yo lo pierdo de vista. Aún cuando todo parece de cabeza.
ODIO ser la mala del cuento. Jamás podría acostumbrarme, a pesar de lo que piense él a raíz de su orgullo herido. Odio también entender por lo que está pasando. Ese es el único proceso cruel al que me he auto-sometido. Pensar que yo fui él y comprender, años después.
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Odio tanto tomar decisiones, que tal vez si es mi propia obstinación la que me provoca la ceguera que me impide ver el error potencial implícito al momento de decidir. Y digo tal vez, porque a pesar de lo difícil, de lo cuestionable y de lo doloroso que es, aún se siente bien la libertad de elegir cómo equivocarse.