miércoles, 15 de julio de 2015

Esta es una "lista" de cosas sobre mí


Empática
floja
sobrepasada fácilmente
todo me abruma
poco constante
cambio de prioridades con culpa
cariñosa
tranquila
voz suave
canto, pinto y coso
toco flauta a veces
no me gusta que me tengan fe, aunque sea buena en algo
insegura
linda
risueña
buen gusto
generosa
necesito presión para terminar ciertas cosas
me gustan las listas aunque no las cumpla porque después las miro y no entiendo nada
me gusta el orden pero me cuesta mantenerlo
me gusta hacer cambios en mi pieza
friolenta
uso anillos que hacen que me gusten mis manos
me da flojera pintarme las uñas, a veces me da por pintarlas seguido
a veces me forro en polar
me cuesta despertar temprano y creo que es una de las peores cosas de la galaxia
amo el medio ambiente y me gustaría aportar para mejorarlo, aunque me abrume lo mucho que falta por hacer
amo a mi cachorrita, aunque nunca antes había sido tan fan de las mascotas
los bebés son tiernos
los perritos también
me gusta comer miel
amo las cremas y productos para la piel
odio los pelos de las piernas
amo los zapatos pero los encuentro caros
me da flojera comer bien
me da frio comer fruta
soy pésima preparando almuerzos y ensaladas
pero me gusta la ensalada césar
una vez salí con un césar
me molestan los ruidos fuertes
a veces me molesta la radio o la tele
sobre todo si chicharrean
también las voces, pero trato de no comentarlo
mi pelo es café oscuro y me gusta
mis ojos también son oscuros
tengo un hueso salido en la nariz y a veces pienso en ahorrar para una operación
en verdad soy pésima ahorrando

y super intolerante al dolor físico
me da vergüenza autodefinirme con cosas buenas
me carga alumbrar, aunque igual lo hago, y si no lo hago sé que igual parecerá que lo estoy haciendo
no se puede tener a todo el mundo contento
soy envidiosa
a veces envidio grados de cercanía, la gente que se tiene fe y la suerte de las personas mutuamente enamoradas
no siempre soy yo la problemática
no sé valorar los logros
soy apocalíptica
escribo bonito
leo harto
no me gustan los finales
las despedidas tampoco.

martes, 14 de abril de 2015

Sugar? yes, please.

Escribir también es cíclico, al menos para mí. A veces lo hago para convencerme de que existo, de que siento y que avanzo, porque en parte me valida. Y eso mismo se convierte en un problema, la reina de la omisión, del invalidar lo que no se verbaliza. Es una triquiñuela tonta, que me salva pero me hace desaparecer.
Ahora si, me dice. Hablemos de eso que no te gusta hablar. Eso que odias traer de vuelta a la vida porque llevas años intentando deshacerte de cada emoción que te produce al pensar.
Como si el olvido cambiara el pasado, como si el pasado no fuera más que un papel pintarrajeado de vida que se puede arrugar y reducir hasta que quepa en esa ranura ínfima por donde se escurre la lectura risueña de mis momentos felices.
Y entonces hablo.
Y entonces lloro.
Y comienza el desfile que encabezan los rencores viejos, palabras que dolieron por su dureza y otras porque que no fueron dichas. Metas en las que no creí, anhelos carentes de sentido que pretendí jamás haber poseído. El dolor de todas las veces en que me he roto y la indiferencia con la que rompo y digo no.
No es fácil admitir que se es justamente lo que sé que no debería ser. Me importa demasiado la opinión de los demás. Decirlo me hace sentir estúpida y no decirlo no cambia realmente nada.
A veces me aparto de la parte técnica, pero vuelvo a la esencia, en distinto grado, por distinta gente. Me esmero para estorbar lo menos posible y en cambio dejo que echen abajo lo mío. Intento aceptarlos a todos sin ningún reparo y a la vez acepto toda clase de reclamo en mi contra. Me entreno para recibir quejas gratuitas y nunca jamás quejarme.
Se me escapa mi propio referente porque también sin quererlo dejé que el recuerdo de una vieja chica mal genio y triste tapara recuerdos de mi niñez donde también era de risa fácil, de espíritu aventurero, respetuosa, cariñosa, entusiasta y con un amor inentendible al aprendizaje.
No es tan malo hacer una limpieza mientras sienta y sepa que aún estoy a tiempo.
Porque estoy a tiempo, independiente de los episodios grisáceos que amargan el trayecto, estoy a tiempo.
Digna, me dice, y me imita. Y me da risa. Y algo cruje, se quiebra y se aleja porque es libre.

viernes, 2 de enero de 2015

hola tú, 2015.

Igual estoy cansada de pensar que voy siempre fuera de norma. Vivo diciendo que las cosas me afectan más de la cuenta, me conformo de cierto modo con que los demás manejan mis proporciones mejor que yo.
De forma cíclica concluyo que me gusta descifrar el desencadenante de la motivación ajena, de los gestos que atesoro y de las discordancias dolorosas. Me gusta espiar detrás del escenario, vislumbrar las versiones borrosas, acariciar las versiones desprotegidas.
La mayor parte del tiempo prefiero guardar el origen de lo que siento para evitar oír las mismas cosas una y otra vez. Tiendo a tomarlo a la defensiva, aunque sea una verdadera ridiculez el defender el estado propio cuando es deplorable. Me ataca mi propia letanía apocalíptica, aunque afortunadamente lo hace luego de que mi lado más juvenil y esperanzador se dispone a repartir oportunidades propias y con destinatario vacante. Juro que no lo hago a propósito, mis esperanzas son genuinas aunque recatadas al principio, pero nunca las libero con intención de reutilizar el camino tormentoso ya pasado.
Sé que es inútil intentar siempre ir un paso adelante, o pretendo saberlo para evitar seguir oyéndolo dentro y fuera de mi cabeza. Mientras espero una respuesta, ya imagino al menos tres que podrían dejarme con el corazón roto y con la moral bajo tierra, al tiempo que evito poner atención a las escaleras que construyo para alcanzar la ventana, en caso de que justo en el momento en que la alcance, la luz ya se haya esfumado.
A veces me amarro cadenas a los pies porque decido no dar rienda suelta a la esperanza, aunque cuando acierto, el único reconocimiento que me entrego por haber sido tan precavida es una tarjeta de felicitación que firmo a ciegas sin intención de repartir.
Hay veces como hoy, en que decido sentir y es cuando me obligo a admitir que si. Si pudiera volvería a repasar tus libros, oiría tu música, tu voz y enmarcaría la imagen de ti mordiendo tu labio.
Si pudiera te seguiría donde sea, y lo más importante, si pudiera volvería a hacer todo igual.